jueves, 12 de marzo de 2015

Discurso por el 158° aniversario de la muerte del Almirante Guillermo Brown

Autoridades presentes, tengan todos ustedes muy buenos días: En el histórico diario porteño “La Gaceta Mercantil” del sábado 14 de enero de 1826, puede leerse la noticia: “El Sr. D. Guillermo Brown ha sido revestido del mando en jefe de la escuadra nacional. Ayer izó su bandera a bordo del bergantín “Balcarce” en cuya ocasión este tiró una salva, y las antenas de los demás buques de la escuadrilla se guarnecieron con sus tripulaciones. El Sr. Brown, se vino á tierra, en completo uniforme, y se encaminó al Fuerte, a la 1 de la tarde” Así, humildemente, y en un recorte periodístico, el pueblo argentino de aquella lejana y soñadora Buenos Aires pos revolución, se enteraba que la flamante Nación Argentina, tenía su armada de guerra. Luego del correspondiente nombramiento por el Gobernador Juan Gregorio de las Heras, con el cargo de Almirante de la Escuadra, y con el título de Coronel Mayor, equivalente al de Contraalmirante actual, Brown se transformó en jefe de una reducida pero valiente escuadra formada por dos bergantines, el “General Belgrano” que contaba con catorce cañones, y el “General Balcarce”, que tenía diez. Un lanchón llamado “La Correntina”, que poseía muy poco valor para el combate y once cañoneras recientemente construidas a orillas del Riachuelo; cada una contaba con un solo cañón en la popa. En verdad, era una pequeña fuerza que pretendía luchar por un poderoso sueño…el sueño de sostener nuestra emancipación. De la misma manera que al evocar a Don José de San Martín, pensamos en la Cordillera y en las vastas extensiones territoriales de esta Latinoamérica en pugna, es imposible no pensar en la efigie de William Brown recortada en el viento del Atlántico entre huracanadas extensiones de Mar Argentino, librando lucha no solamente contra frecuentes enemigos sino contra el establishment de su tiempo, y la adversidad de un país que nacía, y a la vez no solamente florecía en independencia, sino también en burocracias eternas. William Brown, el irlandés, no hubiera imaginado jamás al pisar puerto de Buenos Aires por vez primera, que esa playa de cangrejales lejanos se convertiría en el espacio de su corazón donde crio a sus hijos y decidió permanecer hasta su muerte, en un gesto de adhesión a nuestra bandera y a nuestra tierra. La mitificación sarmientista, lo elevó a la condición de prócer, al igual que a otros compañeros de panteón de gloria nacional, sin embargo, a diferencia de otros notables (por el ejemplo de Juan Manuel de Rosas), el perfil de Guillermo Brown no fue discutido entre sus contemporáneos, ni en la posteridad sucesiva…siempre fue ejemplo de universalidad de aciertos y de verdadero compromiso por la Patria, principio ajeno a intereses personales. ¿Cuánto más difícil es que la imagen épica de un prócer nazca de la sombra de un extranjero? Quienes nacimos en el suelo propio, aprendimos naturalmente a amar lo que nos define, lo que sustenta y codifica nuestra cultura, nuestra memoria colectiva. No puedo dejar de admirar, a un marino, a un militar foráneo, ajeno a estas tierras bulliciosas de comienzos del siglo XIX, hincado bajo los preceptos de amar a una joven tierra naciente, y de invertir su vida y la de los suyos en esa realidad… Si hay algo que resaltar, es que el hombre que acuñó la frase, “Es mejor irse a pique antes que perder el pabellón” fue un grande de nuestra historia; un insigne valiente que estuvo siempre a disposición incondicionalmente de aquella Patria que daba sus primeros pasos. Su extensa e irreprochable trayectoria al servicio de los intereses argentinos, le deparó inevitables contrastes e injusticias, pero tuvo la capacidad realizadora y la fortaleza moral necesarias para sobreponerse a estos giros del destino. Esencialmente fue un marino, un navegante que se revistió de heroicidad simplemente con la actitud conductora y los tributos de un auténtico líder. Confianza, valor y arrojo fueron diademas no solamente para su memoria hoy, o un texto formador para los jóvenes que se unen a las filas de la Armada Argentina en la actualidad, sino principios esenciales en su vida privada. Hoy, a 158 años de su muerte, lo evocamos en este terruño al sur de la Provincia de Buenos Aires, porque más allá de ser un ser héroe nacional, nuestra identidad local, con su profundo vínculo con la Base Naval de Puerto Belgrano, pondera orgullosamente la continua entronización de su ejemplo como guía. Quiera Dios, que se levanten sobre la faz de nuestra tierra, más hombres como Brown, dispuestos a ser leyenda no por otras situaciones que no sean la entrega incondicional y la proyección de una identidad; que tengan la capacidad de sortear las dificultades de una adversidad intrincada, para finalmente vislumbrar, aunque sea de forma abstracta, una perspectiva, un compromiso, un ideal para quienes los sucedan…solo así, con más fe, con ese fuego interior que inspira, el sueño de los grandes que dieron su vida por ese ideal, tendrá sentido…y nuestro futuro, y el de nuestros hijos, tendrá la honra de haber sido el resultado, de ese sentido… A la memoria de Guillermo Brown, vivamos con ese objetivo. Muchas Gracias.