sábado, 16 de marzo de 2019

Los Oscars y la carrera de la exclusión

Hace poco más de dos semanas, se llevó acabo la 91ª entrega de los Oscars. La Academia de Artes y Ciencias de Hollywood (algo así como un club de golfistas retirados que, aburridos de las señoras, se reúnen a cambiar habanos y de paso le prestan atención a las películas nuevas) trabajó, como de costumbre, en sostener los paradigmas sociales que están en boga en los Estados Unidos, marcando tendencia con los resultados. Y no es para menos, la entrega de los llamados ‘Academy Awards’ es la competencia más taquillera de la historia del espectáculo mundial. Definitivamente: lo qué pasa por los Oscars, se mide, pesa y coagula en éxito, no solo para el recalcitrante ‘establishment’ norteamericano, sino también para nuestro consumo argento. Lo cierto es que, por poco, el ‘lobby’ les fue negativo a los sectores más conservadores del organismo que oficia de jurado. La verdad es que, casi casi, una película mejicana en blanco y negro, tal vez uno de los más fuertes e ineludibles filmes contemporáneos de postergación y pobreza (dos horrores para la proyección del americano promedio) gana la estatuilla más importante. Alfonso Cuarón, el director de “Roma” la película latina de la que hablamos, lo presentía: era muy raro que ganase el premio mayor; sabía que para ese mundillo del cine, sería legitimar no sólo la trama y la estética (vivencias de una indígena mesoamericana) sino también la figura de la mujer latina, en un momento en el que los ambivalentes discursos de la dirigencia norteamericana, rayan la intolerancia en varias de sus formas. Pero entonces, y más allá de todo... ¿fue injusto que “Roma” no gane el Oscar como Mejor Película? Quizás, sin embargo no importa lo que pudo o no ser, sino lo que se gestionó en virtud de esa posibilidad. Steven Spielberg, indiscutida eminencia del séptimo arte, planteó, con vivaz discurso lateral, su posición sobre la tira mencionada: “Las producciones no hechas para cine, sino para televisión, no deberían competir en la entrega” en clara alusión a que la realización de Cuarón, llegó de la mano de Netflix y no de los grandes estudios tradicionales. Desacreditado desde el inicio de su cuestionamiento, el realizador de “E.T.”, guardó un incómodo silencio; claramente, el mundo estaba cambiando. Sin embargo, el cometido se logró: “Roma” no ganó como “Mejor Película”, más sí obtuvo el galardón con el rótulo que más les gusta a los ‘yankees’: “Mejor Película Extranjera”...claro, una cosa es ratificar quien manda, pero otra es desoír a grandes mayorías que comienzan a expresarse…el universo tropical crece en Estados Unidos, y esa premisa es tan tangible como las cincuenta estrellas de la bandera. Los señores de Brandy, tabaco y camisas con gemelos republicanos, comenzaron a darse cuenta que el tiempo en que las mujeres, los latinos y los negros “operaban” en segundo plano, para la identidad norteamericana, ya se extinguió. Casi con descolorida confianza, la gente aplaudió una de las últimas expresiones de poder de éste cónclave imposible. La mejor película fue “Green book”, excelente tira sin dudas, pero debemos de decir que le sirvió al jurado como una bocanada de aire fresco para no premiar a “Roma”. Ésta primera, tenía similares posibilidades de ser políticamente accesible, ya que el actor Mahershala Ali, a quien muchos conocimos en “House of Cards” en el papel de Remy Danton, además de descollar como un intérprete excelente, es moreno y musulmán…combinación más que oportuna para fortalecer, no solo la posición de un estado “family friendly” frente a los ojos del mundo, sino para posicionar no solo la película donde demostró su talento, sino, desacreditar ipso facto a la realización mexicana. El mundo del mensaje artístico siempre, absolutamente siempre va de la mano con su entorno. Ya sea en apoyo, en manifestada oposición o inspirado por las realidades subyacentes, la cultura nos cuenta sobre el mundo que vemos, y a veces, sobre el que nos cuesta ver. El Cine, desde su origen fue clara herramienta de ésta expresión. Evidentemente, entre bocanadas de tabaco glamoroso y levitas oportunas, la administración Trump, esa nutrida galería de misoginia, xenofobia y violencia silenciosa, no solo opera desde el pentágono.