miércoles, 1 de abril de 2015

Sobre Sarmiento (Discurso Oficial en el acto distrital del 11 de septiembre de 2014.)

Hoy, he querido hablarles del Sarmiento educador…y me di cuenta que es absolutamente imposible separarlo del estadista, del político, del idealista, del escritor, del crítico, del revolucionario…porque justamente el hombre al que la tradición nacional ha llamado “padre del aula”, fue sin dudas, basamento fundamental de la República como pocos de los grandes hombres que protagonizaron, la memoria fundacional de esta Argentina de todos. Con claras e irrenunciables ideas sobre el rumbo del país, este hombre con alma de Zonda, se convirtió en un idealista de la alfabetización nacional, al costo que esta tuviera. Claramente fue, y su producción escrita lo atestigua con creces hasta hoy, un eximio personaje argentino, absolutamente controvertido y sagaz. Lo define el arrojo intelectual, el coraje ciego para lograr sus objetivos y ser responsable absoluto del progreso de la patria a través del proyecto de la educación popular; un proyecto que se levantó como diadema común sobre las sienes de una democracia verdadera y naciente para ese entonces. Félix Luna nos advierte de un Sarmiento, que en 1868, ni bien asume como Presidente, proclama: “hacer de toda la República una escuela”, pretendiendo su “revolución pacífica de educar al soberano”. Afirmaba con vehemencia: “Antes había educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio, y para la aristocracia. Hoy todos los hombres deben ser igualmente educados”. Es una tarea, si se quiere infructuosa, pretender ceñir a Sarmiento en un espacio estanco, hermético, sin apreciarlo en su compleja heterogeneidad de pensamiento. El transcurrir de su vida pública es complicado, enorme; sus expresiones y estrategias, difíciles de ser examinadas desde una sola óptica. Partimos, por ejemplo, de pensar que es imposible deslindar su pensamiento sobre la educación en sí, de las ideas de su prospero proyecto para esta Argentina. Un vez dijo: "La educación ha de preparar a las naciones en masa para el uso de los derechos que hoy no pertenecen ya a tal o cual clase de la sociedad, sino simplemente a la condición de hombre” Poniendo en claro que su lucha por la educación popular ya la dejamos fuera de toda discusión, o deberíamos hacerlo ya definitivamente, fue su proceder político y público la causa de posicionamientos contradictorios, los mismos que lo acompañan hasta nuestros días. Si bien ubicado en el partido unitario, y más allá de la férrea posición tomada frente al caudillismo rosista, el sanjuanino soñaba con el progreso y la unión de todos y cada uno de los pueblos de la república naciente, entendiendo en todo el territorio albiceleste una inmanencia única, expresándolo claramente cada vez que decía: “soy un porteño en las Provincias, un provinciano en Buenos Aires, y un argentino en todas partes”. Más allá de compartir o no sus ideas políticas, no se puede dudar de que Sarmiento es ejemplo de coraje y lucha por un ideal, y que ese fue sin dudas ver una Patria grande y desarrollada. Rescatar el ideario de Sarmiento no significa, ni debe significar jamás, aborrecer la lucha de aquellos caudillos a los que el gran maestro se oponía con la espada, la pluma y la palabra. Sarmiento fue un instigador de la democracia, con una subjetividad y un valor agregado que a veces rayan en destellos sumamente impresionables para aquellos que hoy en día, y desde el juicio crítico revisionista, apelamos a las sentencias del sentido común. Claramente, Sarmiento no fue un prócer simple, sus aristas nos contemplan desde el silencio. Él supo advertir que la educación popular era la verdadera herramienta para lograr el progreso del pueblo; su verdadero fin, quizás transido por la hosquedad y la visión extranjerizante de su tiempo, fue la de reivindicar ese país que asomaba, dándole el lugar que en una democracia de verdad le corresponde: el de soberano absoluto. Personalmente, y si me permiten, creo que en el afán de un panteón histórico para la democracia, debe apelarse al entronizamiento de referentes justamente diferentes entre sí, entiendo que debemos encontrar la síntesis de las ideas que mejor contribuyen a la grandeza de nuestra memoria, y que esta síntesis obviamente, debe tener improntas de cada vertiente; con ladrillos desiguales y para levantar nuestro palacio de libertades… hoy la historia nos permite, creo yo, rendir homenaje a figuras más que contradictorias entre sí, como es el caso Sarmiento y también de Rosas, o el mismo Urquiza; resaltemos con fervor concreto que absolutamente todos ellos, tuvieron el enorme afán por ver grande a la Patria, aunque tal vez gritaron por ese objetivo desde tribunas totalmente diferentes. Y en este rescate humano que me propongo del gran educador por ser hoy 11 de septiembre, no puedo separarlo tampoco, y como empecé a decirles al comienzo de este discurso, de otras piezas que componen el gran rompecabezas de su memoria; pienso en Sarmiento y veo al hombre de mirada adusta de los bronces, pero también veo al autor de “Recuerdos de Provincia”, al niño debajo de la higuera, al padre de Dominguito, al detractor de Rosas y ferviente seguidor de Urquiza, que posteriormente aseguró que este último solo había reemplazado al primero en otra tiranía, veo al hombre que en Boulogne Sur Mer, compartió un café con un ya anciano José de San Martín, veo al enamorado de la hija de Vélez Sarsfield, al polémico discutidor de las teorías de su amigo Alberdi, contribuyendo a dar paso a nuestra carta magna, veo al anciano entre los almácigos de una casa en Paraguay después de la lluvia, anhelando con lágrimas en los ojos la precordillera sanjuanina, veo al hombre de pie en alta mar enterándose que, inexorablemente, se había transformado en Presidente de la Nación…ese Sarmiento rescato y me permito traerles hoy. Aprendamos de cada gestor de nuestra identidad, quedémonos con lo mejor de cada uno de los hombres que dieron todo de sí por esta Argentina, entre los cuales Sarmiento se sienta, sin lugar a dudas, en el podio y junto varios. Gloria y loor, para los diversos, para los revolucionarios incluso hasta el hartazgo, porque la pluralidad de acciones nos reafirma como actores libres y soberanos en la concreción de nuestros objetivos, tal cual el sueño, de un humilde cuyano alborotador, que con irascibilidad y pasión desmedida, fue el responsable de la bandera de la educación pública que es modelo latinoamericano hasta nuestros días. Salve Sarmiento, las ideas no se matan. Muchas gracias.

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