sábado, 25 de mayo de 2013

Discurso pronunciado en el acto oficial del 203º aniversario de la Revolución de Mayo, en Punta Alta

Autoridades civiles, militares y eclesiásticas, pueblo de Punta Alta, tengan todos ustedes muy buenos días: Cuando el Ingeniero Starc me pidió que tome bajo mi responsabilidad el discurso de esta fecha tan cara a la identidad nacional, comencé a pensar en un abordaje diferente para estas palabras. Apelando no solo a la innovación, sino también al aggiornamiento del concepto de Patria, me dispuse a desarrollar la idea. Me di cuenta, claramente, que las referencias a lo que ocurrió en una jornada cómo esta, hace ya 203 años, son moneda corriente en cada recordatorio; sin dudas sería óptimo innovar discursivamente al respecto, sin embargo, no podría dejar de mencionar la importancia intrínseca de ese hecho tan natal (si se me permite) en la línea de tiempo de nuestra memoria escolar, tan profundo; que como hito histórico nos definió como nación libre. Sin dudas, mereceríamos renovar votos coyunturales sobre su estampa, resignificándolo en nuestros corazones. Aquel primer grito de libertad al sur de esa Latinoamérica que amanecía en luchas sociales independentistas, impuso, no solo el inicio de un irrefrenable viento emancipador de nuevas tierras, sino también la entronización, en nuestra memoria más arraigada del término Patria… Originalmente en latín, esta mágica palabra, patria, designa pertenencia a una familia o clan, mientras que patris, otro derivado de pater, significa tierra paterna. En otras palabras, el término suele designar la tierra natal o adoptiva a la que cualquiera de nosotros se siente aferrado por vínculos de diversa índole, afectivos, culturales o históricos. El tiempo, todos estos años de devenir argentino transcurrido desde aquel momento que hoy recordamos, ha potenciado o disminuido la palabra Patria, muchas veces transformándola en bronce, otras, en expresión de viva libertad desprovista ajena a la materia; en su nombre se han levantado ideologías y desvirtuado valores, como también esos mismos valores, como en todo proceso histórico, volvieron a erigirse en el reciclaje cíclico de la memoria popular. Lo cierto es que el término Patria, en su inconmensurabilidad casi inabarcable, viste una fulgurante simpleza que no deja de emocionarnos en la intimidad. Nacidos a la vera de las ideas como respuestas y de las iconografías impactantes, los argentinos vimos siempre en la Patria, aquella vetusta estatua reverencial que, siempre desde el ampuloso ayer o desde el deber ser, nos observaba con la mirada severa de rectitud… ¿Cómo rechazar esta visión sacra hoy? ¿Cómo redefinir grandeza para nuestros corazones actuales, sin sobrevaluar la desmitificación? En realidad, no hace falta desvestir los santos de nuestra educación clásica para reformular el pensamiento innovador; la coexistencia de sentires es un buen inicio al respecto, además de la conciencia plena de que sin dejar atrás los valores adquiridos, la patria es una construcción dinámica que no depende del mármol ni de las sombras épicas que proyecta el bronce en lo alto de los parques; la patria, señores, depende de algo tan intenso y personal, como la fuerza propia e inmanente que define a cada uno de nosotros, diariamente, y al iniciar una nueva jornada. Patria es eso, esa simpleza intransferible que nos define como argentinos; esa música rectificadora que no nos deja movernos del cauce, esa sensación que deviene en lágrimas al ver la bandera flameando en el viento…patria es un inicio; no puede haber proyecto de país, si antes y en una unión justa y verdadera de argentinos, no brilló, en el alma de cada uno de nosotros, ese destello que marcó el camino a seguir, incluso antes de ser surcado con nuestras manos entrelazadas… Hoy es 25 de mayo y podríamos haber editorializado sobre la efervescencia de los cabildantes, sobre las intrigas europeas de la época, sobre Belgrano, atizando el fuego de la revolución desde la autoría intelectual, sobre Moreno, otro de sus demiurgos, muriendo envenenado en altamar, sobre aquel Sol porteño que salía por primera vez en una plaza mayor que dejaba de llamarse como tal, sobre Castelli, traicionado y sin remedio, o sobre ese joven oficial José de San Martín, que bajaba del barco y vislumbraba cerrando sus ojos, ya en el puerto de Buenos Aires, una cabalgata libertadora sin precedentes en tierra americana… Podríamos haber citado a grandes, podríamos habernos cobijado nuevamente en las sombras cíclicas de los monumentos, sin embargo hoy, estamos acá, en la Plaza Belgrano de nuestra Punta Alta, invitados a hacernos cargo de nuestro roll histórico como verdaderos continuadores de la revolución que nos transformó en argentinos. Una revolución que lo único que nos reclama, humildemente, es conciencia, responsabilidad, honestidad y compromiso con esa llama interior que tenemos, la que junto a otras brasas, de otros corazones argentinos que también laten memoria, recrea el fuego gigantesco inmortal e imparable de nuestra identidad. Somos la continuación atemperada de aquella épica insoslayable, sin el compromiso íntimo de cada uno, la epopeya de los próceres, ES tan fría como el mármol cuando está vacío de aplausos y de voces infantiles que entonan himnos. Sin nuestra fuerza, la patria no es patria, es un anaquel arqueado por el peso de un pasado fervoroso… y nada más. No podemos permitirlo, no vamos a permitirlo. Es nuestro tiempo de cosecha. La Patria es hoy, es ahora y es nosotros. Muchas gracias.

2 comentarios:

  1. Hermoso y emocionante discurso Fer!!! Es un orgullo que seas parte de la cultura de nuestra ciudad. Felicitaciones! Silvana.

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